Suele decirse que para un negocio es absolutamente imprescindible cuidar su imagen como empresa y, al mismo tiempo, mantener unas instalaciones en un perfecto estado. Estas dos materias son efectivamente fundamentales y de su correcto tratamiento depende en buena medida el éxito y el desarrollo que el negocio pueda alcanzar a largo plazo. Hoy en día, todos los emprendedores son conscientes de ello y es por eso por lo que estas cuestiones han adquirido una importancia destacable en las empresas.
Uno de los negocios con más futuro en un país como España –en el que la población está envejeciendo a pasos agigantados– es el formado por las residencias geriátricas. Aunque muchos dan por hecho el éxito de este tipo de entidades, lo cierto es que, si no se trabaja en el correcto mantenimiento de las instalaciones y en esa imagen que comentaba más arriba, el fracaso terminará por convertirse en una realidad.
Entre mi hermano y yo decidimos, hace alrededor de tres años, convertir un antiguo hotel de nuestro municipio en la mejor residencia geriátrica de toda la provincia. Para eso teníamos muy en cuenta los consejos de los que hablaba con anterioridad y, como consecuencia, comenzamos a desarrollar un plan para mantener todas nuestras estancias en un perfecto estado de revista.
La que más problemas sospechábamos que nos iba a dar era el pequeño jardín del que disponía el recinto. Un lugar así requiere de muchos cuidados para mantenerse vivo, atraer la vista de todas las personas y adornar un lugar que era propicio para vivir. No obstante, y para cuidar de ese jardín, necesitábamos material del que no disponíamos y que nos dispusimos a buscar en un corto periodo de tiempo.
Nos dividimos el trabajo para intentar encontrar empresas que pudieran proporcionarnos la mejor protección para cuando nos tocara realizar labores de jardinería en el exterior de la residencia. Sobre todo, buscábamos ropa que impidiera las faenas características de un trabajo como este: los cortes. Mi hermano comenzó a visitar tiendas destinadas a la venta de vestuario laboral y yo comencé una búsqueda a través de Internet.
A los pocos días de haber comenzado a indagar en el asunto, mi hermano me comentó que que había encontrado algo que podía ser de utilidad. Se trataba de una ferretería, concretamente Maor, una empresa que nos pareció seria y que podía proporcionarnos una ropa de calidad de cara a la realización de trabajos en los que las heridas suelen ser tan comunes.
A través de la página web de la entidad, comenzamos a fijarnos en los pantalones y guantes anticorte que se encontraban a la venta. Objetos como estos nos serían muy útiles y, además, se encontraban a un precio realmente bajo, algo que nos sorprendió gratamente y que nos motivó a realizar la compra a través de aquella empresa. Desde luego, la ganga lo merecía.
Vestuario laboral de gran utilidad
La verdad era que, a pesar del precio, todavía teníamos que probar el producto para recomendar su uso y evaluar de manera definitiva si merecía la pena o no. Por eso, no fue hasta que comenzamos a realizar la poda de los setos del jardín cuando empezamos a valorar, ya de manera mucho más razonable y argumentada, su uso. Un uso que, aún así, era excelente y muy útil para evitar lesiones en nuestro tiempo de trabajo. Lesiones que, por otra parte, nos habrían condenado a retrasar las labores de acondicionamiento del negocio y de su correspondiente apertura.
Gracias a los guantes y pantalones que habíamos adquirido, la seguridad durante la poda fue absoluta. En ningún momento sufrimos daño alguno y por tanto terminamos nuestro trabajo sanos y salvos. El día de la apertura del negocio, por tanto, estábamos de una pieza y con todos los sentidos puestos en lo que ya era nuestro nuevo empleo.
En la actualidad, el negocio funciona perfectamente. Tenemos una clientela bastante grande y buena culpa de ello tiene que ver con esas instalaciones que hemos conseguido formar entre mi hermano y yo. Hemos acertado de pleno y creo que seguiremos teniendo esa sensación durante mucho tiempo.