Un fijo en mi café de todas las mañanas es “El Molí Pan y Café”. La verdad es que no soy de esas personas que se levantan con el mejor humor, por lo que hasta que no entro en esta cafetería y me tomo mi café y mi croissant relleno de chocolate no soy persona.
Son muchos años como seguidor del café en todas sus gamas y ámbitos y cuando se inauguró vine sin dudarlo. Me pillaba cerca del trabajo y aunque no iba con muchas esperanzas (podríamos decir que entiendo de café algo más que la media española), lo cierto es que salí encantado.
No solo es el café el pan también que ofrecen es de gran calidad, algo que se agradece, Sabe a pan del de antes, de ese de corteza con buena harina, miga abundante y una textura de aquel pan que comías cuando eras pequeño.
Una franquicia que es todo un ejemplo
Al principio no lo sabía, pero son una franquicia, lo que me hizo darle todavía más valor a su oferta, de bastante calidad y donde se nota que el trabajo que realizan lo hacen con dedicación y cariño. Si a esto le sumas los buenos precios, podemos decir que estamos ante unos productos que merece la pena probar.
Mi amor por el café viene de una pareja que tuve colombiana que me hizo adorarlo. Podríamos decir que Colombia es la patria del café y el lugar en el que se produce el mejor, aunque los italianos sean quizás el país más especializado y que ha sabido más sacarle beneficio.
En esta cafetería puedes degustar variedad de café de tanto nivel, que hasta los paladares más entendidos podemos quedarnos bien a gusto. Al final uno se da cuenta cuando el servicio y la profesionalidad son algo más que unas palabras y de verdad, que no hay día que me despida con un gran “gracias” bien merecido.
Soy además de esos que varían, un día un café Bany, otros un Cappuccino New York, etc. Algunas veces me da por tomar el mismo durante unos meses y luego cambio, la verdad es que no hay ninguno que no me guste, pero me gusta variar de sabor.
Mezclar la tradición del mejor pan y café, con un servicio actual es quizás lo que más me atrae de esta cafetería. Al final uno va a los sitios en los que se siente cómodo y la mezcla entre calidad y servicio al cliente impecable son los que hacen que uno tenga ganas de repetir hasta que, como en mi caso, se convierte en una rutina diaria.
Ejemplos como éste deberían servir a muchas franquicias y cafeterías, puesto que demuestran que se puede mantener la tradición y el sabor típico, añadiendo las comodidades y un servicio personalizado. La clave, está clara, solo hay que ofrecer un buen servicio al cliente y al final terminas como yo, cliente fiel.
Mi mujer realmente alucinó con la bollería que tienen, le recordaba a una panadería a la que iba cuando vivía en Crevillente de pequeña. Al final, los buenos productos terminan conquistando a los clientes ¿no?