La tecnología es uno de los principales patrimonios de una empresa, así como uno de los potenciales que le permite despuntar entre el resto de sus competidoras del mercado. Siguiendo esta idea, la robótica industrial supone una fuente de ventajas dentro de este contexto productivo y comercial tan competitivo. “Gracias a las nuevas tecnologías y a los pasos que nuestra sociedad ha ido dando a lo largo de los siglos, los grandes inventos forman parte de nuestra vida cotidiana. El robot es uno de ellos y gracias a la aplicación del mismo en los diversos sectores industriales, a través de la automatización y la robótica industrial, hoy en día casi todo es posible”, indican desde Taldec, empresa especializada en automatización y robótica industrial con aplicaciones destinadas a sectores tan variados como la industria alimentaria, las celulosas, la inyección de plásticos, la maderera, el cerámico, la hortofrutícola, la vinícola, los sistemas de almacenaje, el fitosanitario, el químico, el metalúrgico o el textil.
Y es que la inversión económica que supone la robotización de la actividad empresarial de un negocio, puede quedar compensada ampliamente merced a los beneficios que este proceso aportaría al desarrollo de la empresa. “Los robots pueden realizar prácticamente cualquier actividad industrial. Sin estos avances, producir con calidad, precisión y rapidez sería impensable”, insisten los responsables de Taldec, que maneja en su amplio catálogo primeras marcas como Kuka y Yaskawa. El empleo más común de los robots industriales se ciñe a las líneas de producción, puesto que su trabajo permite llevar a cabo una producción más eficiente, sumada a la reducción del desperdicio de material y de costes económicos sin perjuicio alguno en la calidad del acabado de estos productos en cuestión.
Las tareas más frecuentes de este tipo de ingenios se refiere a los trabajos en fundición, la soldadura, la aplicación de materiales, la aplicación de sellantes y adhesivos, la alimentación de máquinas, el procesado de productos, el corte, el montaje, la paletización -acción y efecto de disponer mercancía sobre un palé para su almacenaje y transporte-, el control de calidad, la manipulación en salas blancas, etcétera. Dentro de estos cometidos, esenciales para el funcionamiento de la producción empresarial, los beneficios más evidentes que aporta esta clase de inversión en tecnología es la homogeneidad en los resultados de la producción. Esto significa que, dejando la elaboración, procesado y facturación de un producto en manos de la tecnología, los estándares de calidad de ese citado producto siempre serán idénticos, invariables. De este modo, sus oscilaciones en cuanto a calidad tan solo dependerán de la materia prima empleada y nada más, dejando prácticamente fuera de la ecuación el error humano. Es decir, que el producto ofrecido por la empresa adquiere fiabilidad y estabilidad, con una imagen apetecible que genera lealtad en el consumidor. De la misma manera, debido a la automatización de todos los procesos implicados, la confección de un pedido puede quedar sujeta a estimaciones precisas en cuanto a tiempo necesario y gasto de fabricación, lo que a su vez permite diseñar agendas de trabajo con gran exactitud y calcular satisfactoriamente los balances económicos que implica la actividad cotidiana de la empresa o la posibilidad de ofrecer un plazo concreto al cliente para la ejecución de un determinado pedido.
Por otro lado, la sustitución de la mano de obra humana por mano de obra mecánica supone para el empresario una disminución de los gastos a causa de la eliminación de buena parte de la masa salarial de la plantilla –nóminas, bajas por enfermedad, periodos de vacaciones, bonificaciones y extras,…-. Es uno de los factores que demuestran la rápida amortización de la inversión de capital en la robotización de la empresa, si bien aquí la ventaja más destacable es, de nuevo, el incremento de producción y la reducción del tiempo requerido para acometerla. Además, cabe añadir a este particular cabe añadir el incremento en la eficiencia del empleo de la materia prima, la cual sufre menos desperdicio durante la elaboración del producto, y la escasa demanda de mantenimiento que, por lo general, pide esta tecnología avanzada. Sea como fuere, no solo la aplicación de robots industriales sirve para ‘suplantar’ la actividad humana, sino que también es útil para atravesar las fronteras que hasta ahora permanecían insuperables para ella debido, por ejemplo, a la peligrosidad inasumible de la tarea, incluso en estrecha colaboración con un operario o supervisor. Es el caso de los robots ‘sensitivos’ que, precisamente, la firma Kuka Robotics se encuentra presentando en el mercado de los robots colaborativos. “Más que “colaborativos”, me gusta llamarlos “sensitivos”. Su mayor virtud es la sensibilidad, es lo que les permite trabajar con el hombre. De hecho, considero que es el robot más sensible del mercado. Tenemos un sensor de esfuerzo en cada uno de los siete ejes”, afirmaba al respecto Miquel López, el director técnico de Kuka, quien consideró esta línea de máquinas el comienzo de una “nueva era en la robótica industrial”. Los siete sensores de esfuerzo en cada uno de los siete ejes del robot posibilitan la automatización de tareas que requieren un alto grado de precisión por motivo de su dificultad o su riesgo, a la vez que desarrollan una interacción más fluida y segura con el trabajador humano gracias a su forma ergonómica y suave y, sobre todo, por su gran capacidad de detección del contacto físico.