En ocasiones pensamos que comer en espacios de lujo es sinónimo de comer pequeñas porciones de varias cosas. Pequeños bocados de sabor que se terminan en un visto y no visto con una cuenta elevada, pero no es sólo eso, es el amor por los detalles y el glamour de beber en copas de cristal de bohemia. Montar un negocio tiene detrás al culto al detalle y me he dado cuenta de que dos de mis restaurantes gourmet favoritos cuentan con cristalería de exportcave.com para ofrecer a sus clientes la mejor de sus experiencias vinícolas.
Y es que no podemos dudar de que hay empresas que son referente en su sector y que forman parte del elenco VIP des mundo empresarial. En el caso de Exportcave, si hablas de vino y de calidad, hablas de ellos.
Lo que es inaudito es ir a un establecimiento a pagar 60 euros por persona de menú degustación y que te sirvan un vino (supuestamente de gran sabor y aroma) en una copa de cristal duro sin refinar porque matas el producto y he de decir que no es la primera vez que me ha pasado. Llegas a un restaurante de alto standing y empiezan a servirte comida servida en platos con una decoración exquisita, y luego vas aprobar el vino y cuando tus dientes chocan con el cristal de la copa te entran ganas de tirárselo a alguien a la cabeza para ver si se rompe o es tan duro que ni por esas.
El mejor restaurante de La Capital
Santseloni, está considerado el mejor restaurante de Madrid, al menos por la revista Vanitatis y no me imagino al servicio ofreciendo vino en copas de baja calidad, sería como entrar al baño y no verlo impoluto porque se sobreentiende que con el precio que pagas quieres un buen servicio y el cuidado en los detalles.
Según esta revista antes mencionada, Santseloni tiene un servicio que roza la perfección, donde la amabilidad y la cercanía de sus miembros permite al cliente disfrutar de una experiencia inolvidable en un entorno relajado, alejado del envaramiento que muchos asocian a los establecimientos de lujo erróneamente.
Por infinidad de detalles que van desde la mantelería, la vajilla, la cubertería o la cristalería que visten las mesas, hasta la cava acristalada donde disfrutar del mejor cigarro acompañado de su destilado favorito, pasando por una discreta barra en la que esperar a nuestros acompañantes. Por todo esto, y mucho más, es por lo que a un restaurante de lujo se puede considerar así, no sólo por su comida (que también) o por su precio (que desgraciadamente viene en el paquete) sino por cuidar hasta el más pequeño detalle de toda la velada para cada uno de sus clientes, que para algo lo pagan, todo sea dicho.
Hay otro tipo de restaurantes con comida exquisita y deliciosa que no desmerecen, en nada, a los llamados restaurantes de lujo porque sus cocineros o chefs ponen el alma en cada plato. Tienen sabores espectaculares a un precio más reducido ¿y por qué? Por esos detalles. Así de simple. Por lo que si pago lo que pago, busco calidad y busco que cada detalle haya sido pensado con anterioridad para no descubrir ninguna mala experiencia.